La belleza de los monstruos
Son tantas las cosas que podemos fotografiar. Son tantos los diferentes fotógrafos que estoy descubriendo. Se trata de un mundo apasionante del que estoy aprendiendo mucho. Se puede fotografiar lo bonito, lo feo, la vida, la muerte, la guerra, la paz, el horror, la alegría. Y este es un ejemplo diferente, sorprendente. Ese es el efecto que trato de conseguir, sorprenderos con esta fotógrafa. Porque ella eligió fotografiar la belleza de lo monstruoso o llamémoslo diferente. Os dejo con una artista que rompió moldes y que espero que os haga pensar. Diane Arbus.
En 1923 nacía Diane Nemerov en Nueva York la cual cambiaría su apellido al casarse con su marido Allan Arbus. Se crió en el seno de una familia acomodada, que se dedicaba al comercio de pieles. A pesar de ser una niña consentida, nunca se sintió cómoda con el lujo.
A los catorce años conoció a Allan Arbus, un muchacho de cinco años mayor que ella con el que se casaría tras cuatro años de noviazgo. El joven Allan la inició en los misterios de la fotografía. Juntos abrieron un estudio en el cual trabajaron con éxito durante 10 años, haciendo campañas publicitarias y de moda para revistas como Vogue y Harper's Bazaar. Tuvieron dos hijas.
Diane trabaja como ama de casa y asistente de su marido, pero su rol dentro de los parámetros preestablecidos por la sociedad le hacían oscilar entre etapas de depresión profunda y miedos. Detestaba la cuidada imagen publicitaria, el mundo de la alta sociedad y el show business. Pasados los 30 años comenzó a sentir que tenía que ser fiel a sí misma, que debía plasmar su mirada, su ser interior.
Mientras su matrimonio comenzaba a deteriorarse, salía a recorrer las calles más marginales de N. York en busca de personajes singulares. Entablaba charlas con prostitutas, travestis, enanos, deformes, discapacitados, personajes extraños, les explicaba su pasión por la fotografía y luego les convencía en dejarse retratar.
Siempre en blanco y negro, su logro fue hacer que los personajes miraran directo a la cámara para que el flash revelara sus imperfecciones. Y aquello que en la oscuridad simula normalidad al contacto con la luz horroriza. Su intención era esa, la de crear en el espectador un "temor y vergüenza". Arbus fue pionera en el flash de relleno.
Su obra se va enriqueciendo con fotos de asilos, psiquiátricos, nudistas, gemelos, negros, discapacitados, todos los dejados de lado por "el sueño americano". Diane vestía de forma descuidad y en ocasiones incluso lamentable. Duraba semanas con una misma ropa. Su vida sexual era agitada y en grado sumo promiscua. Se acostaba indistintamente con hombres y mujeres. Hasta se aseguraba que en algunas ocasiones tuvo sexo con muchos de los monstruos a los cuales retrató. Fue especialista en fotografiar orgías.
Las depresiones de Diane se hicieron más frecuentes. A pesar de que su situación como artista siempre fue ascendente su situación económica fue precaria. La razón era que recibía contados encargos y muchas de sus fotos, donde dejaba el alma, despertaban todas las admiraciones posibles, pero las revistas tenían cierta contrariedad a publicarlas.
Un 27 de julio de 1971, Diane Arbus se suicidó tras una larga depresión. Se había cortado las venas. Además de presentar los síntomas de una sobredosis de pastillas para dormir. Aunque jamás parecieron las fotos, el rumor indica que sacó varias tomas de sí misma en la bañera mientras se desangraba, rodeada de barbitúricos.
Un año más tarde de su muerte su trabajo es seleccionado para participar en la Bienal de Venecia, siendo la primera fotógrafa estadounidense en ser seleccionada, y el MoMA de Nueva York organiza su primera gran retroespectiva.
Retrato de una obsesión (An Imaginary Portrait of Diane Arbus) es el título de una película de ficción producida en 2006 en la que el personaje de Diane Arbus es el protagonista.
Aún hoy, las fotos de Diane Arbus siguen perturbando, pues lo que yo os traigo no es más que una pequeña parte de sus dotes de fotógrafa. Y aunque la televisión nos ha curado de casi todos los horrores posibles, el trabajo de Arbus posee el toque mágico de lo artístico.
En apariencia, fotos enmarcadas en la normalidad.
Con todo mi empeño y cariño, sigo tras el objetivo.
Ha sido un placer. ¡Hasta la próxima entrega!
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